Artículo publicado por Público firmado por Ernest Urtasun y Bas Eickhout.
Las inversiones privadas en los sectores económicos sostenibles y que contribuyen positivamente a controlar el cambio climático se están poniendo de moda. Por eso, la Comisión Europea ha presentado propuestas legislativas para que la UE sea líder mundial en finanzas sostenibles, en mayo del año pasado propuso una legislación para armonizar las definiciones de qué son y qué no son inversiones sostenibles, tanto a nivel de la UE como de los diferentes estados miembro, con el fin de proporcionar seguridad a los inversores. Pero si la UE quiere cumplir con los compromisos contraídos en el Acuerdo de París de mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5°C, necesitamos mucha más ambición y poner también el sector financiero bajo estricto control también desde el punto de vista climático. Que la UE cumpla esta promesa depende en gran medida de la votación del Reglamento sobre la denominada “taxonomía” de las inversiones sostenibles, que tendrá lugar este jueves.
Los Verdes, como ponentes del Reglamento, queríamos ir más allá de la mera construcción de un pequeño nicho de inversión verde en el marco de un sector financiero que sigue funcionando como de costumbre, sin ningún requisito climático adicional. Por eso, junto con las fuerzas progresistas, hemos conseguido que la posición del Parlamento Europeo que se someterá a la votación en el pleno, sea mucho más ambiciosa que la propuesta de la Comisión, especialmente en tres puntos cruciales.
En primer lugar, el marco no puede limitarse a aquellos inversores que ya están pensado en desarrollar inversiones sostenibles, tenemos que anticiparnos y definir un marco para el futuro. La acción legislativa de la UE debe contribuir activamente a que el conjunto del sector de las finanzas sea sostenible, respetando los acuerdos climáticos que son vinculantes y asegurando que los miles de millones de euros en inversiones pasen de sectores contaminantes a financiar actividades económicas sostenibles. Para ello, propusimos ampliar la aplicación de la taxonomía, que inicialmente estaba prevista solo para productos financieros “verdes” con un objetivo medioambiental específico, a una gama mucho más amplia de productos financieros, incluidas las acciones ordinarias y bonos vendidos a los inversores, así como las cuentas bancarias.
En segundo lugar, creemos que un marco que tenga como objetivo facilitar la inversión sostenible no debería limitarse a definir lo que puede considerarse como inversión sostenible, sino también a identificar cuáles son las inversiones más perjudiciales para el medio ambiente. Con ello se enviaría una clara señal a los inversores públicos y privados de que invertir en actividades muy contaminantes como el carbón, la extracción de gas de esquisto o la cría intensiva de animales son cosas del pasado. Además, esto también proporcionará transparencia sobre el número de inversiones sostenibles e insostenibles que existen, lo que a su vez ayudaría a los inversores y a los accionistas a cambiar sus actividades comerciales insostenibles. Pero esta transparencia no debería limitarse a los mercados de capital, sino también debería incluir los préstamos bancarios, que son la fuente dominante de financiación de la economía europea, e integrar la taxonomía en la directiva contable de la UE para grandes empresas.
En tercer lugar, debemos impedir lo que se conoce como “greenwashing” o “lavado verde” de las inversiones contaminantes. No podemos aceptar que algunas fuerzas políticas y poderosos intereses privados intenten ampliar la definición de “sostenible” a inversiones que no lo son, sólo para conseguir la etiqueta verde que conllevaría un tratamiento prudencial favorable, o para justificar las reformas del modelo productivo en aquellos sectores donde sea políticamente más sensible como el de la automoción. A la hora de definir una inversión como sostenible, debe quedar muy claro que los conceptos de “carbón limpio”, la “energía nuclear sostenible” o “infraestructuras gasísticas verdes” no existen y son verdaderos oxímoron. Para ello, proponemos excluir explícitamente las inversiones en combustibles fósiles, infraestructura fósil y energía nuclear del concepto de “inversión sostenible”. Además, también engañaríamos a los inversores y a la sociedad en su conjunto si no nos aseguráramos de que lo que definimos como una inversión sostenible tenga también pleno respeto de las normas en materia de derechos humanos.
Estas propuestas que tienen como objetivo mejorar la propuesta de la Comisión fueron ya votadas y aprobadas en las comisiones parlamentarias de medio ambiente y economía del Parlamento Europeo. Sin embargo, algunos eurodiputados del Partido Popular Europeo y de los grupos conservadores y euroescépticos, han optado por ponerse del lado de los intereses de los poderosos y de las grandes finanzas, en lugar de defender los intereses de las futuras generaciones. Así, este jueves se votarán enmiendas para rechazar estas tres propuestas progresistas que acabamos de comentar.
Las inversiones que se lleven a cabo hoy determinarán la sostenibilidad de nuestra economía en los próximos treinta años. No podemos aceptar que las inversiones que se hagan hoy pongan en peligro la viabilidad de nuestro planeta. Defenderemos nuestras propuestas y seguiremos luchando por un verdadero cambio hacia unas inversiones sostenibles como único camino para acabar con el cambio climático. No nos conformamos con una agenda financiera superficial, que solo ponga parches y que no afronte los retos ambientales de gran magnitud que tenemos por delante.