El proyecto europeo está en fase de implosión. Los cimientos que los sustentaban están siendo violentamente laminados por un capitalismo de rentistas sin escrúpulos que ha decidido recrudecer una auténtica guerra de clases desde arriba con el fin de terminar con los vestigios del Estado Social y Democrático de Derecho.
Un proceso impulsado, además, con el secuestro de la soberanía popular por parte de una tecnocracia que hoy deshace el derecho laboral en Europa e impone un implacable desmontaje de los mecanismos de solidaridad del estado del bienestar sin rendir ya cuentas a nadie. La ofensiva ha llegado incluso a atacar las viejas constituciones nacidas de la victoria del antifascismo, un obstáculo en los tiempos que corren a ojos de la oligarquía continental.
El programa de la Troika para Europa es hoy la proletarización de la vida como nueva forma de encaje del continente en el capitalismo global. El proyecto europeo renunció hace años a exportar su modelo de bienestar para ser un instrumento de importación de la precariedad, un proceso agudizado por la estafa que estalló en 2008 y una zona euro pésimamente constituida.
Ante esta situación debemos empezar reconociendo lo obvio: los instrumentos de oposición a este proceso no están hoy a la altura del momento, entre una socialdemocracia que hace de comparsa de la derecha y una izquierda alternativa partida por sus viejas divisiones y unas expresiones ciudadanas insustituibles pero que deben aún encontrar su camino para ser instrumentos de cambio.
Reconstruir la izquierda europea y darle la vuelta al proyecto europeo son hoy la misma cosa.
Las próximas elecciones europeas serán un momento clave. La configuración de una nueva mayoría en el Parlamento Europeo debe ser el inicio de una primavera ciudadana que permita trasladar la oposición a la Troika expresada en multitud de movilizaciones y plataformas a las instituciones europeas. Esa mayoría será sólo posible si entre todos y todas somos capaces de conformar un bloque unitario y fuerte en el Parlamento que agrupe al conjunto de familias políticas de la izquierda alternativa y verde con un triple objetivo: romper la gran coalición hoy existente entre populares y socialdemócratas , recuperar el papel de la institución y del parlamentarismo en el proceso legislativo europeo, marginado hoy en favor de la tecnocracia, e impulsar un nuevo proceso constituyente que supere el engendro neoliberal e inservible que supone el Tratado de Lisboa.
Ese será un paso esencial y necesario, pero aún no suficiente. Recuperar un Parlamento Europeo de las personas necesitará obligatoriamente ser acompañado de alianzas en el Consejo. Asaltar el Consejo Europeo es hoy tan importante para vencer en Europa como articular nuevas mayorías en el Parlamento. Por ello, las izquierdas deben ver en las elecciones del próximo 25 de mayo una primera etapa, que deberá ser completada por una hoy más que posible victoria de Syriza en Grecia, y también, en el caso de España, por una candidatura unitaria de ruptura y constituyente en el 2015.
Pero no nos llevemos a engaño: eso hoy no será posible ya simplemente con una articulación más o menos lograda del conjunto de fuerzas progresistas que operen cada una en su ámbito nacional. Crear las condiciones para sumar, atreverse a ganar, significa hoy articular a escala europea un auténtico movimiento continental en favor del cambio con una apuesta clara del sindicalismo, los movimientos sociales y las distintas izquierdas. Tengo el convencimiento que la forma política y organizativa europea que debe permitir materializar la alternativa está aún por nacer. Tener éxito en su configuración hoy será la clave del éxito del mañana. Debemos pues ver las elecciones del 25 de mayo como el punto de partida de un proceso de cambio, de una nueva dinámica de acumulación de fuerzas a escala europea. Nosotros, desde ICV, intentaremos empezar a contribuir a este necesario proceso con la asamblea unitaria que realizaremos el próximo 1 de febrero.
Europa hoy define nuestras vidas, encaminándose peligrosamente hacia un federalismo de tipo autoritario que impone contrarreformas y liquida derechos, sin ninguna conexión política, no ya cultural, con la ciudadanía. Y, al mismo tiempo, nosotros entendemos que el proyecto europeo es hoy la única y quizá la última oportunidad que tenemos para ganarle el pulso al capitalismo financiero.
El enemigo más grande que tienen hoy las viejas aspiraciones del Spinelli de Ventotene es el neoliberalismo. Entre las pulsiones eurofóbicas de la extrema derecha y el europeísmo que acata sin inmutarse la configuración de una sociedad del todo incompatible con los valores de la ilustración, debemos ser capaces de articular una auténtica euroinsubordinación a través de nuevos instrumentos políticos europeos que permitan ganar el futuro.